Maratón Riga ‘25 🇱🇻
Crónica de la Maratón de Riga: Entre Charcos, Risas y Kilómetros
La mañana de la Maratón de Riga amaneció gris, con un cielo que amenazaba lluvia y un viento fresco que parecía querer poner a prueba a cada corredor. Nada más salir, la lluvia empezó a caer con ganas, como si el cielo quisiera recordar que, en el running, no todo es sudor sino también desafío.
Los primeros kilómetros fueron, sin duda, un espectáculo digno de ver (y de correr). Todos los corredores “que normalmente dominan el asfalto con paso firme y serio” parecían protagonistas de una comedia improvisada. Intentábamos esquivar charcos que parecían pequeños lagos y, en ese ballet acuático, más de uno perdió el equilibrio o tuvo que frenar en seco. Las risas nerviosas se mezclaban con la concentración por no resbalar, y por un momento, la carrera dejó de ser solo competencia para ser una coreografía colectiva en la que el agua era la principal invitada.
Pero esta situación, aunque graciosa, fue también un problema serio. La organización no había previsto cómo manejar los charcos gigantes que entorpecían el ritmo y ponían en peligro a más de un corredor, especialmente en los primeros kilómetros, donde todavía estábamos agrupados y cada frenazo podía desencadenar tropiezos en cadena. Fue un pequeño caos que, sin duda, empañó un poco la fluidez que se esperaba en la carrera.
Aun así, la magia del maratón siguió intacta. A medida que avanzábamos, el cuerpo se acostumbraba al ritmo, y la lluvia comenzó a bajar su intensidad. La ciudad de Riga nos regalaba su belleza con cada paso: las calles mojadas reflejaban las luces y las fachadas antiguas, mientras el río Daugava brillaba bajo las nubes aún densas.
Llegar a la meta con el cuerpo empapado y el corazón lleno fue una mezcla de orgullo y alegría. Más allá de la incomodidad, de los resbalones y de los obstáculos imprevistos, estaba la experiencia pura de correr, de superar, de sentir que cada kilómetro cuenta.
La Maratón de Riga me enseñó que, en el running “como en la vida” no siempre podemos controlar las circunstancias, pero sí cómo las enfrentamos. Y, a veces, hasta en medio del agua y los tropiezos, se puede encontrar una sonrisa.
Comentarios
Publicar un comentario